Christian Huygens
Christian Huygens
Titan, la enigmática Luna
Cuando Galileo apuntó su recién inventado telescopio hacia Saturno, en 1610, no supo interpretar la borrosa imagen que se ofrecía ante sus ojos, su instrumento era demasiado rudimentario como para mostrar la realidad. Saturno parecía poseer dos protuberancias semejantes a “orejas” o “asas“producidas quizás – aventuró el sabio – por dos enormes lunas situadas a ambos lados del planeta. Galileo volvió a intentar la observación varios años más tarde, pero aquellas protuberancias habían desaparecido misteriosamente.
Huygens descubre los anillos de Saturno
Casi cuarenta años después, cuando los telescopios habían revolucionado la forma de mirar los cielos, el científico holandés Christian Huygens apuntó hacia Saturno una versión perfeccionada del instrumento, construido con lentes pulidas por sus propias manos. Aquel telescopio, mucho más potente que el de Galileo, le permitió descubrir la verdad sobre Saturno. El planeta no poseía “orejas” sino que estaba rodeado por un anillo de materia que brillaba bajo la luz del Sol y que, debido a su orientación, emergía a ambos lados de Saturno como dos asas enormes .
Huygens no sólo descubrió los anillos, además pudo resolver la enigmática desaparición que se produjo ante los ojos del sorprendido Galileo. Observamos a Saturno desde la Tierra y lo vemos desde ángulos distintos a medida que nos movemos alrededor del Sol, los cambios de posición nos permiten ver los anillos desde diferentes ángulos y, en un momento dado, cuando el plano de los anillos coincide con nuestra línea de visión, éstos se convierten en una línea delgada, imposible de ver con el tosco telescopio de Galileo (a la derecha pueden ver una imagen elaborada por el propio Huygens).
Descubrimiento de Titán
Descifrado el enigma de los anillos, en 1654, Huygens realizó otro descubrimiento. Junto al planeta observó un débil punto de luz que cambiaba de posición de un día para otro, un satélite que describía una órbita de poco más de 15 días alrededor de Saturno. Lo llamó Luna Saturni y poco podía sospechar Christian Huygens que ese satélite avivaría durante varios siglos la imaginación de muchos hombres y mujeres curtidos en el conocimiento científico.
Huygens llegó a la conclusión de que su Luna Saturni debía ser un satélite muy grande, mayor que el planeta Mercurio, pero no pasó de ahí en sus observaciones. Aquel satélite estaba demasiado lejos como para ser observado con claridad y los astrónomos que vinieron después completaron la sequía de datos con la imaginación. Titán, – que no recibiría tal nombre hasta 1847 -, es un cuerpo celeste extraño, misterioso… cargado de sorpresas.
Titán un satélite cargado de sorpresas
En 1944 el astrónomo Gerald Kuiper estudió con detenimiento las imágenes de Titán y descubrió en él algo realmente insólito en un satélite ¡atmósfera!. Analizó la luz reflejada en busca de las huellas dejadas por sus gases y se llevó otra gran sorpresa: había metano. ¡Que curioso!… allí, en una luna lejana que gira alrededor del segundo planeta más voluminoso del Sistema Solar, abunda un gas que existe en múltiples lugares de la Tierra: en el gas natural, en las emanaciones de gas grisú en las minas de carbón o en los pantanos, también lo expulsan de manera poco elegante algunos animales muy familiares, como las vacas. Medidas posteriores revelaron la presencia de otros productos orgánicos como el etano, etileno….
El hecho de que esos productos sean orgánicos no quiere decir que estén forzosamente ligados a la vida pero la imaginación es libre y no faltó quien relacionó ambas cosas sin el más mínimo escrúpulo. Pasaron los años, pero el conocimiento real del satélite seguía siendo muy pobre, aunque se había detectado metano y otros gases, el componente más abundante de la atmósfera seguía siendo un misterio.
Hubo que esperar hasta 1980 para aclarar algunas cosas. El 12 de noviembre de aquel año, la nave espacial Voyager I se acercó a tan solo 6500 kilómetros del Titán y tomó las primeras fotografías. Fueron decepcionantes, Titán estaba cubierto por una espesa niebla anaranjada que impedía distinguir el más mínimo detalle de la superficie. Las medidas infrarrojas efectuadas por la Voyager tampoco revelaron mucho sobre la composición de la atmósfera. Se detectaron más gases orgánicos pero el componente principal seguía siendo una incógnita. Sin embargo, en un momento del vuelo sucedió algo inesperado.
Al pasar la nave al otro lado del satélite, las ondas radioeléctricas que utilizaba para comunicarse con la Tierra rozaron la atmósfera de Titán. Los gases absorbieron unas frecuencias y dejaron pasar otras y de esta manera dejaron una huella de su presencia en la transmisión. Al llegar a la Tierra los científicos analizaron las ondas y, tras no pocos esfuerzos, lograron averiguar la naturaleza del gas más abundante en el satélite. Sorprendentemente, el elemento desconocido, era el mismo que envuelve la Tierra, nitrógeno.
Los datos de enviados por las naves Voyager I y II permitieron aumentar considerablemente el conocimiento que tenemos de Titán. Allí no puede haber vida tal y como la conocemos, ningún ser vivo terrícola podría resistir una temperatura media de 180 grados centígrados bajo cero. Sin embargo, a pasar de que en Titán el agua está permanentemente congelada, existen nubes, no de agua sino de metano. Esta sustancia se hace líquida a 161 grados centígrados bajo cero y se congela a 182 grados bajo cero. En Titán, esas temperaturas son habituales, así que…. allí el metano se condensa y cae en gotas de fina lluvia, una lluvia que discurre entre las montañas formando riachuelos que alimentan mares de hidrocarburos.
La sonda espacial que descendió sobre Titán
Lo que Christian Huygens no llegó a sospechar jamás fue que en un futuro la humanidad enviaría hasta Titán una sonda espacial bautizada con su nombre. El 14 de enero de 2005 la sonda espacial Huygens descendió suavemente sobre la superficie de la luna más enigmática de Saturno. Sus imágenes valen más que mil palabras. Les invitamos a ver el vídeo que les ofrecemos a c